No puedo olvidar: Su piel suave, tersa y morena. Mis manos deslizándose como imanes. Una toalla blanca en la cintura. Una sonrisa pícara en los labios. Un susurro catalán entre las sombras de las velas.
Olerte en las sábanas.
1 comentario:
Anónimo
dijo...
GIOCONDA BELLI LO EXPRESO ASÍ:
EN LA DOLIENTE SOLEDAD DEL DOMINGO
Aquí estoy, desnuda, sobre las sábanas solitarias de esta cama donde te deseo.
Veo mi cuerpo, liso y rosado en el espejo, mi cuerpo que fue ávido territorio de tus besos, este cuerpo lleno de recuerdos de tu desbordada pasión sobre el que peleaste sudorosas batallas en largas noches de quejidos y risas y ruidos de mis cuevas interiores.
Veo mis pechos que acomodabas sonriendo en la palma de tu mano, que apretabas como pájaros pequeños en tus jaulas de cinco barrotes, mientras una flor se me encendía y paraba su dura corola contra tu carne dulce.
Veo mis piernas, largas y lentas conocedoras de tus caricias, que giraban rápidas y nerviosas sobre sus goznes para abrirte el sendero de la perdición hacia mi mismo centro y la suave vegetación del monte donde urdiste sordos combates coronados de gozo, anunciados por descargas de fusilerías y truenos primitivos.
Me veo y no me estoy viendo, es un espejo de vos el que se extiende doliente sobre esta soledad de domingo, un espejo rosado, un molde hueco buscando su otro hemisferio.
Llueve copiosamente sobre mi cara y sólo pienso en tu lejano amor mientras cobijo con todas mis fuerzas, la esperanza.
1 comentario:
GIOCONDA BELLI LO EXPRESO ASÍ:
EN LA DOLIENTE SOLEDAD DEL DOMINGO
Aquí estoy,
desnuda,
sobre las sábanas solitarias
de esta cama donde te deseo.
Veo mi cuerpo,
liso y rosado en el espejo,
mi cuerpo
que fue ávido territorio de tus besos,
este cuerpo lleno de recuerdos
de tu desbordada pasión
sobre el que peleaste sudorosas batallas
en largas noches de quejidos y risas
y ruidos de mis cuevas interiores.
Veo mis pechos
que acomodabas sonriendo
en la palma de tu mano,
que apretabas como pájaros pequeños
en tus jaulas de cinco barrotes,
mientras una flor se me encendía
y paraba su dura corola
contra tu carne dulce.
Veo mis piernas,
largas y lentas conocedoras de tus caricias,
que giraban rápidas y nerviosas sobre sus goznes
para abrirte el sendero de la perdición
hacia mi mismo centro
y la suave vegetación del monte
donde urdiste sordos combates
coronados de gozo,
anunciados por descargas de fusilerías
y truenos primitivos.
Me veo y no me estoy viendo,
es un espejo de vos el que se extiende doliente
sobre esta soledad de domingo,
un espejo rosado,
un molde hueco buscando su otro hemisferio.
Llueve copiosamente
sobre mi cara
y sólo pienso en tu lejano amor
mientras cobijo
con todas mis fuerzas,
la esperanza.
GIOCONDA BELLI
Publicar un comentario